Enseñarle a tu hijo a jugar golf es dejarle una parte de ti. Eso significa que aunque ya no estés seguirás presente.
Enseñarle a tu hijo a jugar golf es hablarle sobre la vida. Es enseñarle que la competencia es contigo mismo.
Que para tener buenos resultados hay que prepararse.
Que entre más te preparas, tu suerte mejora.
Que llegarás tan lejos como estés dispuesto a comprometerte.
Que el talento no es suficiente.
Que nadie jugará por ti.
Que tú eres responsable de tus decisiones.
Que en ocasiones las cosas no saldrán como las planeaste.
Que si sigues pensando en tus errores no podrás corregir tu rumbo.
Que lo que más importa no está en el pasado ni en el futuro, está en el presente.
Que se vale sentirse mal después de un mal golpe pero te tienes que reponer pronto para seguir jugando.
Que no se debe tomar todo tan en serio.
Que la actitud cuenta más que lo que parece.
Que el éxito está en la recuperación.
Que la diferencia está en los detalles.
Que siempre debes evaluar tus opciones.
Que cada golpe cuenta.
Que las más grandes hazañas surgen de la adversidad.
Que no importa que tan malo fue tu día pues siempre hay otra oportunidad.
Que no debes dar algo por ganado o perdido si el juego no ha terminado.
Que hay que seguir las reglas.
Que la honestidad es parte esencial del juego.
Que hay muchas formas de llegar a un objetivo.
Que el éxito es resultado del trabajo en equipo.
Que se necesita de un coach para mejorar.
Que no importa que tanta experiencia tengas siempre hay algo nuevo que aprender.
Que a veces se gana y a veces se aprende.
Que llegar puntual es llegar diez minutos antes.
Que la vida se disfruta mucho más cuando estás en compañía de tus amigos.
Que entre golpe y golpe siempre hay un momento para distraerse.
Que al final de cada día siempre hay historias que recordar.