Viktor Frankl decidió quedarse en Austria antes del estallido de la Segunda Guerra Mundial, a pesar de tener la oportunidad de emigrar a Estados Unidos. Su decisión estuvo profundamente influenciada por su profundo sentido del deber y el amor por su familia.
Frankl había obtenido una visa para Estados Unidos en 1939, lo que le habría permitido escapar de los peligros inminentes del régimen nazi. Sin embargo, justo antes de partir, Frankl vio un trozo de mármol en la repisa de la chimenea de la casa de sus padres. El mármol era un fragmento de una sinagoga que había sido destruida por los nazis y llevaba un fragmento de los Diez Mandamientos, específicamente el mandamiento «Honra a tu padre y a tu madre».
Este encuentro le recordó a Frankl su obligación moral para con sus padres. A pesar de la creciente persecución de judíos en Austria y del claro peligro para su propia vida, Frankl decidió quedarse para cuidar de sus padres ancianos, en lugar de buscar seguridad para sí mismo solo. Su decisión fue un testimonio de sus valores de deber familiar y sacrificio, principios que más tarde informarían su trabajo y su filosofía en logoterapia, el método de psicoterapia que desarrolló y que se centra en encontrar significado a todas las formas de existencia, incluso las más trágicas.
La experiencia de Frankl en los campos de concentración, donde perdió a su esposa, sus padres y su hermano, pero sobrevivió, solidificó aún más su creencia en la importancia de encontrar un propósito y significado en la vida, incluso en las circunstancias más desgarradoras. Esta filosofía se explora ampliamente en su famoso libro, «El hombre en busca de sentido».
La famosa cita de Viktor Frankl de su libro El hombre en busca de sentido
«A un hombre se le puede quitar todo menos una cosa: la última de las libertades humanas: elegir su actitud en cualquier conjunto de circunstancias, elegir su propio camino».