—¿Pero tú me amas?— Preguntó Alicia…
—¡No, no te amo!— Respondió el Conejo Blanco. Alicia arrugó la frente y comenzó a frotarse las manos, como hacía siempre cuando se sentía herida. —¿Lo ves?— Dijo el Conejo Blanco. Ahora te estarás preguntando qué te hace tan imperfecta, qué has hecho mal para que no consiga amarte al menos un poco. Y es por eso mismo que no… —¿Pero tú me amas?— Preguntó Alicia…