Y tuve que aceptar: Silvia Schmi

Y TUVE QUE ACEPTAR… Que No sé Nada Del Tiempo… Que es un misterio Para Mí Y que No comprendo La Eternidad. Yo tuve que aceptar, Que mi cuerpo No sería inmortal Que él envejecería Y un día se acabaría. Que estamos hechos de, Recuerdos y olvidos; Deseos, Memorias, Residuos, ruidos, Susurros, silencios, Días y noches, Pequeñas historias Y sutiles detalles. Tuve que aceptar que, Todo es pasajero Transitorio. Y tuve que aceptar, Que vine al Mundo Para hacer algo por él, Para tratar de dar Lo Mejor de Mí…

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El poema más hermoso de Amado Nervo

Muy cerca de mi ocaso, yo te bendigo, vida, porque nunca me diste ni esperanza fallida, ni trabajos injustos, ni pena inmerecida. Porque veo al final de mi rudo camino que yo fui el arquitecto de mi propio destino. Que si extraje las mieles o la hiel de las cosas, fue porque en ellas puse hiel o mieles sabrosas: cuando planté rosales, coseché siempre rosas. Cierto, a mis lozanías va a seguir el invierno: ¡mas tú no me dijiste que mayo fuese eterno! Hallé sin duda largas las noches de…

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“El mayor enemigo del conocimiento no es la ignorancia, es la ilusión del conocimiento”: Daniel J. Boorstin

Esta cita del historiador estadounidense Daniel J. Boorstin, es una reflexión sobre la importancia de reconocer los límites de nuestro conocimiento. La ignorancia, por supuesto, puede ser un obstáculo para el conocimiento, pero la ilusión del conocimiento puede ser aún más peligrosa. La ilusión del conocimiento se refiere a la creencia falsa y engañosa de que ya sabemos todo lo que necesitamos saber sobre un tema en particular. Esta ilusión puede impedirnos seguir aprendiendo y explorando nuevas ideas y perspectivas, lo que a su vez limita nuestro potencial de conocimiento…

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La vieja escuela

Cuando era niño, las clases comenzaban en Septiembre descansábamos en Semana Santa, Navidad y año Nuevo y el año Escolar terminaba en Junio. Había algo raro también, los maestros no se enfermaban, no recuerdo que los maestros faltaran dos días seguidos. Si el maestro te regañaba, no te convenía decir nada en tu casa, porque seguro te volvían a regañar y de paso un castigo. Ni la lluvia impedía faltar a la escuela, porque era como tu segunda casa, daban ganas de ir. (Y regresar a casa empapado de agua…

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