Conté mis años y descubrí que tengo menos tiempo para vivir de aquí en adelante que el que viví hasta ahora. Me siento como aquel niño que ganó un paquete de dulces: los primeros los comió con agrado, pero, al notar que quedaban pocos, comenzó a saborearlos profundamente. Ya no tengo tiempo para reuniones interminables donde se discuten estatutos, normas, procedimientos y reglamentos internos, sabiendo que no se logrará nada. Tampoco tengo tiempo para soportar a personas absurdas que, a pesar de su edad cronológica, no han crecido. No quiero…
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